22:15 empiezo a cuestionarme si me es conveniente quedar encerrado en casa un sábado por la noche, independientemente de lo bien que pueda estar compartiendo momentos conmigo mismo.
22:45 los fuegos artificiales me despiertan del letargo pero me vuelven a meter en él.
23:35 El “gran reserva” se homogeniza con la coca cola mediante un proceso simple transformando mi vaso en un contenedor de conceptos juveniles.
00:05 Mientras salgo a la calle, guardo las llaves de casa en el bolsillo y me pongo los auriculares, Ariana Puello suena en los cascos: cuando la cosa esta bien, parece que está mal; cuando la cosa está mal, parece que está bien. ¡Como Alanis!, pensaba. ¡Como ven las mujeres la ironía!
01:00 Entro al bar Etxekalte y me siento en la barra.
01:35 Los SMSs que envío en esos 35 minutos me cuestan unos 90 céntimos; las palabras tecleadas en el procesador de textos del pocket PC, tal vez solo un poco de batería.
01:55 Los números que aparecen en mi muñeca dan fe de que han sido exactamente 55 minutos los que costaron a mi cerebro dejarse dominar por el alcohol fermentado.
02:07 Le pido al barman un café, pero no lo hago. Le digo luego que es una broma, pero tampoco lo hago. Me sirve entonces una Franziskaner en un vaso que huele a limón
02:15 de la mañana Mis pies, que circulan por el puerto, huelen a pis europeo, pero mi estómago queda libre para nuevos fermentos alcohólicos.
02:19 Empiezo a farfullar la idea de volver a casa. Parece mentira, pero es real: agrupaciones de células sin camino evidente, circulan y cuadriculan por los adoquines. ¡Toda una novela humana!
02:37 Antes de llegar al banco que está en la plaza que separa el teatro principal del Hotel María Cristina, una pareja de franceses discute y ella acaba por decidir arrastrar a su hombre, cual troglodita milenaria, durante unos 5 metros. Son más que suficientes para escribirlo.
02:41 Me siento en esa plaza y escribo esto que lees. Pero la combinación de marihuana con Franziskaner me saca un billete de ida y vuelta hacia el equilibrio, y hace que deje de escribir de mí por un momento. Empiezo entonces a contar ovejas.
02:41 No pasan muchos segundos. Los justos y suficientes. Otra pareja de franceses se acerca lo suficiente como para llamar mi atención. Cuando están justo delante mío, él me dice en un tono apresurado y desinteresado, que a su mujer le gusta algo que sonaba parecido a exhibicionismo. Cuando le pregunto a que se refiere, me deja clara su expresión levantándole la falda a su mujer y dejándole su pelvis desnuda y hermosamente afeitada a la vista. Los invito a sentarse y les dijo que me han pillado escribiendo un libro, pero que la interrupción me permitiría escribir alguna otra cosa más tarde.
02:42 No tardan en sentarse. Mientras, yo experimento el traslado bidireccional corporal de diestra a siniestra. Las Franziskaner, pienso. Seguro que era eso. Él vuelve a levantarle la falda y a dejar su sexo nuevamente expuesto ante mí. Dispuesto a hacer lo que haga falta, les pregunto qué es lo que los haría felices. Solo exhibicionismo me dice el hombre, mientras me propone sacarme una foto con ella. Acepto gustoso, ella se sienta a mi lado y abre sus piernas para él, su fotógrafo, dejando a Sharon Stone prácticamente a nivel del suelo. Les digo entonces que los franceses son unas personas bastante singulares. Es ahí donde descubro que ella es alemana.
03:05 Luck y Katya me proponen que los siga. Lo hago comentándoles que me encantaría satisfacerlos en lo que estuviera a mi alcance. Me habían alegrado la noche. Nos dirigimos al hotel María Cristina y después de golpear la puerta y tocar el timbre nos abre el recepcionista. Me acerco y en una sospecha fugaz le pregunto si es verdad que ellos están alojadas allí. Me dice que había entrado de noche y que antes no los había visto.
03:07 Mientras esperamos no se qué cosa sentados en un sillón rojo del hotel, el francés me entrega unas fotos de su mujer desnuda, impresas con algún multifunción, probablemente un HP. Me dice que puedo guardármelas. Las metí en el bolsillo y pensé en no sacarlas sacarlas hasta llegar a casa.
03:09 La paranoia del THC hace que a último momento tome la decisión de no entrar a la habitación del hotel. Hay algo que no me convence. Nos despedimos cordialmente, pero antes accedo a su petición de entregarles mi dirección de correo electrónico.
03:10 Agradezco al conserje del hotel el trato recibido y me retiro de allí con el teclado abierto de mi pocket PC listo para efectuar una descarga de artillería digital.
03:25 Lluvia en el teclado de mi pocket PC. Me pongo a reparo mientras pienso en lo acertado que estaba hacía varias horas cuando pensaba que el calor de aquella tarde sólo significaría gotas nocturnas. Lluvia nuevamente en mi pocket PC. Lo limpio y continúo escribiendo.
Algunos días después recibo la foto por email donde la frase «my husband is thinking in the next step» forja a hierro candente mi idea de que la liberalidad sexual europea encaja perfectamente con mi concepción del sexo en el siglo 21
Algún mes más tarde ella vuelve a escribirme contándome que lo de aquella noche había sido su primera vez y le respondo que en ese caso, yo había sido una persona tremendamente afortunada. Me envía tres fotos más que guardo gustosamente.
A partir de hoy llego a la conclusión de que, después de todo, puede que Aldus Huxley no estuviera tan equivocado.
¡¡Todo sea por un mundo feliz!!