Era redonda pero fue recta

Encontrábase mi dorsoduro 750 gozando de una salud acelerativa impecable debido al frío seco que en estos últimos días se viene experimentando en la provincia, cuando de repente divisose una rotonda, allí a lo lejos. Quien montaba, un servidor, sabía que ciento cuarenta kilómetros por hora por la avenida no era en realidad un problema. Cuarenta metros faltaban para el círculo con césped y la desaceleración brutal sin doble-embrague desestabilizaba la Aprilia transmitiéndole al conductor ideas de que dorsoduro podría ser mas bien dorsoroto si no se tomaban las precauciones adecuadas. Pero la moto aguantaba firme como demostrándole al propietario que para ella, eso era poco decir. Quince metros para la glorieta y setenta kilómetros por hora eran la combinación perfecta para poner primera, aunque esta vez con doble-embrague (había que tomar aunque sea alguna precaución).
Público sobraba: autobuses, alguna que otra KTM, una Harley, la gente esperando el autobús, los que estaban en obras y algún clásico franchuten perdido. Podía uno arriesgarse a decir que, al menos la mitad de los allí presentes esperaban la entrada triunfal de quién alguna que otra vez a la semana, después de bajar una marcha toca suavemente el freno trasero para entrar derrapando en la primera parte de la curva y, justo donde el desnivel se acrecenta, saca la pierna derecha algunos grados a la vez que pone segunda sin soltar gas, lamentándose unos cientos de metros más adelante que el semáforo siempre se ponga en rojo un segundo antes de que llegue. Pero esta vez la historia iba a ser diferente. Ni hubo sacada de pierna ni hubo ovación de los espectadores, ni semáforo en rojo, ni nada. La primera nunca llego a engranar y para cuando el piloto se dio cuenta que había quedado en punto muerto al soltar el embrague, la moto trazaba un recto en algún lugar del espacio físico que él no podía observar, puesto que iba deslizando boca abajo por el asfalto tratando de unir los brazos por encima de la cabeza para no quebrárselos a la vez que los usaba de timón para dirigir el impacto hacia un lugar menos dañino. Tiempo de sobra hubo para levantarse y ver la dorso allí a lo lejos deslizarse por la carretera cual californiana con patines en línea por la playa de Palm Beach, hasta que por fin se hubo detenido. La sorpresa de los individuos no sabía hacia donde dirigirse: si hacia aquel que dirigió su caída hacia un lugar seguro, hacia aquella moto que iba deslizando de costado por la primera salida de la rotonda, o hacia la cara de el piloto de la KTM quien probablemente dentro de unas semanas acudirá al médico para sacarse la cara de pánico y ponerse algo de color en las mejillas.
Allí fue caminando un servidor con el pulgar en alto hacia su moto para comprobar que quedaba del cadáver cuando numerosas personas se acercaron para prestar ayuda. De nuevo el pulgar en alto y todos comprendieron que las protecciones que llevaba el «raider» iban a tono con su tipo de conducción, y que los arañazos en la ropa, botas y guantes eran algo previsto. Miraron entonces la moto, que era lo siguiente en la lista y entre todos la levantaron. La dorso no se quejaba. Posaba engreída e impoluta cual perra clasista, si las hay. Si alguna vez se inventan tanto la maquina para viajar en el tiempo como los lectores cerebrales, algún visitante del futuro podría claramente comprobar que el propietario de aquella dorsoduro histérica pero caballerosa, agradecía haber comprado esos gordos y gruesos protectores de chasis porque fue sobre ellos donde su moto se deslizó sin sufrir el mas leve daño.
Suerte, dirán algunos. Puede ser… ¿Primera caída del piloto? Cuestionable, tal vez la quinta … Pero hay algo que no se puede cuestionar, lástima que ya me he olvidado lo que era…

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