El hombre que persigue sus ideales y cumple sus sueños es un hombre libre. Aquel hombre libre se realiza con la dupla y ésta, semejante a cualquier otro concepto, sigue la regla de los patrones y se comporta según lo establecido. Todo se puede predecir, hasta el movimiento ocular, aunque cierto es que no tiene merito alguno una predicción que se torna evidente, aún siendo igualmente precisa. La experiencia da a la dupla cierto nivel, pero ésta característica es irrelevante en cuanto quiera ser la causa para formar al hombre libre; porque a éste no lo hace libre la experiencia de la dupla sino la dupla en sí. Verdad es, también, que casi en la totalidad de las veces, esta dupla no dura toda la vida, y que incluso dentro de ella se tergiversan las intenciones. Pero eso tampoco provoca al hombre libre una pérdida de nivel. Porque en este camino específico, una vez que se sube no se puede bajar, ni aún queriendo. Por eso, para tomar la decisión, el hombre que aún no es libre tiene que arriesgar. No existe ganancia interpretada como tal, si no deriva de su riesgo asociado.
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