Conscience, un sueño difícil de olvidar

Conscience era un programa de realidad virtual creado por un hacker jubilado. El viejo tenía una presencia decadente y deplorable. Singular y ermitaño opinaba que la sociedad, en su estado, no permitía al hombre ser feliz. Se había propuesto evadirla y lo había logrado creando Consiencie con el objetivo final de sanarse de toda esa contaminación social. Una pequeña empresa formada por cuatro médicos privados le ofreció financiar el experimento. El no tenia fondos para crear todo, solo la idea, por eso aceptó y probaron la beta del sistema con tres voluntarios a los que se les retribuiría una gran suma de dinero si las cosas salían mal, y otra un poco mas discreta si las cosas salían bien. El programa consistía en un gran ordenador con capacidad de inteligencia artificial al cual se conectaban los jugadores mediante un sistema medicinal que medía constantemente sus signos vitales y les administraba suero intravenoso. Tenía una cantidad total de suero suficiente para mantener vivo a los tres participantes durante tres meses. El sistema también les administraba endorfina, dopamina y oxitocina sintéticas. Los jugadores enviaban las ordenes al computador mediante una especie de mandos a distancia que iban adquiriendo virtualmente en el juego. La corporación In Sanita, sin consultar con el viejo, y a través de un programador contratado, decidió cambiar el programa para transformarlo en una competición: una vez dentro de la realidad virtual, los mandos a distancia serían despojados del botón power y los jugadores deberían pasar varias pruebas dentro del juego hasta que consiguieran un mando que si lo tuviese. Solo así podrían desconectarse del juego y ganar. El juego terminaría cuando uno de los jugadores lograra desconectarse. Cuando Sean descubrió esto se reveló. Era evidente que eso no era seguro para los jugadores, podría producirle daños cerebrales irreparables. Pero claro, habían firmado una póliza de seguro de 3 millones de dólares cada uno. Suma bastante sospechosa, aún para un proyecto tan complicado como Consiencie. Sean, que era un ávido conocedor del cerebro, puesto que además de haber trabajado para el gobierno, antes de ser un hacker había ejercido 9 años de neurólogo, sabía que esos tres chavales podían estar en peligro y una noche intentó sabotear el sistema cambiando el código fuente. Fue imposible, el sistema entero estaba en solo lectura. Mas curioso le pareció que el infructuoso esfuerzo mental que había hecho para hackear el sistema le haya dado tanto sueño. Pero no era por ello, sino por el cloroformo que estaba oliendo. Lo siguiente que pudo ver el viejo fue la habitación en la que se encontraba. El techo era blanco. Las paredes, blancas. El suelo blanco. Se arrastró hasta lo que parecía ser un móvil desgastado sin el botón de encendido. Supo entonces donde estaba. Miró nuevamente el móvil y pudo comprobar que era de la marca Nokia. Pensó entonces que alguien con mucho poder había intercedido en la programación. Volvió a mirar el móvil y se percató de que este tenía bastantes más funciones que los mandos asignados inicialmente a los otros participantes , entre las cuales se encontraba un botón con un símbolo muy raro. Lo presionó. No ocurrió nada. Lo presionó prolongadamente. Nada. Pensó en repararlo y desarmó el móvil. Tenía que salir de allí. Lo habían metido en contra de su voluntad. Echo una mirada a la habitación, quitó la batería, hizo unos cambios y colocó nuevamente la batería en su sitio. Presionó el botón y su universo cambió completamente. Ya no estaba en esa habitación pulcra. Ya no estaba en la Tierra. Ya no sabía donde estaba. Serían otras coordenadas del espacio virtual prerrenderizado. Podría ser cualquier sitio. Años estuvo deambulando por universos. No había humanos, no había animales. Solo plantas, grandes desiertos, piedras, montañas. Sean sabía que no podría permanecer allí mas de dos meses y ocho días. Había hecho el cálculo sabiendo que ahora serían cuatro en Conscience y la máquina no tendría para alimentarlos más. Pero pasaron años. Creyó que su concepción del tiempo había cambiado, que en esa realidad virtual el tiempo pasaba mas lento, pero en el fondo sabía que no era así. Sin embargo no moría, y mas años pasaron. Creyó que si no moría en la realidad, lo haría en Conscience. Estaba viejo y viejo estaba su teléfono. Tanto que permanecía desarmado, dentro de su bolsillo, luego de varios intentos fallidos de cambiarle sus funciones. Los universos, los fractales, las luces, las supernovas, la vegetación, todo lo había observado desde su burbuja invisible. No comía, no tenía hambre. Y pasaban los años. Entonces se le ocurrió. Supo como vencer a Conscience, supo como salir de allí. Cogió las piezas de su teléfono roto, hizo unos cambios, limpió los conectores de la inacabable batería y la puso con el botón raro apretado. En la gran pantalla de aquella sala, se pudo leer, además de In Sanitas Corporation, una frase que sentenciaba abnormal program termination. Comprendió entonces que ya no podría volver a ver aquellos soles en aquel planeta que estaba siempre iluminado, aquellas plantas que parecían llegar hasta la misma atmósfera. No le dió realmente mucha pena y se desconectó del suero. Había muchas cosas que aclarar. Miró a los costados y no vio a nadie. Las mesas donde deberían estar los otros participantes estaban vacías. Todo parecía abandonado. En su mano todavía estaba el Rolex Tenlives. Lo había ganado en la Rolex Hacking Awards. Era el único reloj del mundo cuya batería podía superar los mil años de duración. Comprobó entonces la hora; 11:24. Compró la fecha; 2473. Era comprensible que el reloj funcionara mal. Era una gran pieza de tecnología pero en la habitación había mucha radiación electromagnética. Recorrió entonces el largo pasillo hasta la salida, abrió la puerta y salió. Era un día soleado. Tres soles hacían que todo sea perfectamente visible. Solo había sombra al reparo de unos árboles que parecían llegar casi hasta la atmósfera. No había resto de civilización alguna. Caminó unos pasos, quería alejarse de allí. A su espalda quedó Conscience, anexada a una bestial, pero y no operativa, máquina de varios kilómetros …

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